Mohamed A., un muchacho de Ghana de 20 años, huérfano de padre y madre, que llegó a España cuando era menor, ha aprendido en las últimas semanas el valor vital de los 423 euros de la Renta Mínima de Inserción (RMI) que le pagaba la Generalitat.
Esa pequeña cantidad mensual es la que le separa de poder seguir aspirando a salir del pozo de la pobreza extrema o caer definitivamente en la exclusión social perpetua.
Su caso ha sido presentado por la federación de Entidades Catalanas de Asistencia Social (ECAS) como ejemplo de lo que sucede cuando la administración decide recortar las ayudas sociales sin previo aviso y, además, lo hace de manera poco eficiente.
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