Los parámetros de la sociedad del éxito permean todo nuestro que hacer tanto en la vida personal, familiar como en la profesional. El éxito es una de nuestras prioridades absolutas. Pero hablar de éxito es siempre reflexionar sobre matices y circunstancias.
A un abogado, a un psicólogo, a un terapeuta le resulta relativamente claro cuándo puede hablar de éxito en su ejercicio profesional. Sin embargo esos matices se hacen más difusos cuando hablamos de éxito en la mediación: ¿cuándo podemos afirmar que un acto de mediación de conflictos ha tenido éxito?
Desde un planteamiento academicista, un tanto sintético, resulta “sencillo” contestar a esta pregunta: para aquellos mediadores que siguen las pautas de la escuela de Harvard lograr un buen acuerdo entre las partes es la evidencia del éxito total del proceso; para aquellos otros más próximos a lo circular narrativo un buen acuerdo no sería la evidencia del éxito, sino que se fijarían más en cómo han evolucionado las relaciones entre las partes en conflicto; mientras que los mediadores más cercanos a la escuela trasformativa dejarían de lado los acuerdos para centrar su éxito o fracaso en las habilidades generadas entre las partes para mejorar sus relaciones. Entonces, ¿cuándo podemos hablar de éxito en la mediación?
Quizá no hay un texto más lejano a la filosofía de la mediación de conflictos que El Arte de la Guerra de Sun Tzu, pero quizá no hay un texto que reflexione de forma más mordaz y sintética sobre la manera de vencer o, en nuestro marco, de tener éxito. El autor en el capítulo primero dice que hay que combinar cinco factores para alcanzar la victoria: “El primero de estos factores es la política; el segundo, el clima; el tercero, el terreno; el cuarto, el comandante; y el quinto, la doctrina.” Me he tomado la licencia de adaptar libremente dichos parámetros para poder hablar de éxito en la mediación de conflictos.
La política. Un buen marco jurídico que refuerce el papel de la mediación de conflictos en todos los ámbitos es un buen inicio hacia el camino del éxito. Pero ese marco no es un fin en sí mismo, sino que es un medio para lograr la auténtica finalidad de la mediación: servir a la sociedad rescatando individualmente a las partes en su conflicto. No podemos caer en el espejismo de que como ya tenemos un marco jurídico ahora alegremente nos podemos acomodar practicando la “mediación de salón”, o saliendo en muchas fotos y titulares.
El clima. Cualquier ámbito que observemos: personal, civil, empresarial, etc. el clima es cada vez más conflictivo. El mediador será aquel que sea capaz de dar el paso del tradicional “yo gano - tú ganas” al “tú ganas - yo gano”. Puede suceder que no asumamos los conflictos como tales y que no reconozcamos nuestra limitación a la hora de afrontarlos. Sin embargo cuando dejamos que se enquisten son completamente destructivos. ¿Seremos capaces de ayudar a cambiar el clima?
El terreno. Las partes, los mediados. En ocasiones nos olvidamos que la mediación y los mediadores sólo tienen razón de ser en los mediados. Podemos desarrollar las mejores teorías, leyes, manuales y excelentes cursos de formación pero si nadie sabe qué es la mediación ¿solicitarán este tipo de intervención? Un simple ejemplo que carcome mi interior desde hace tiempo. En la tan manoseada reforma educativa ¿se formará a los futuros docentes en la filosofía de la mediación de conflictos para que estos la trasmitan a sus alumnos? Si no sembramos, ¿qué queremos cosechar?
El Comandante. El mediador, parte insustituible de todo el proceso ya que es quien ayuda de forma imparcial y neutral a las partes a reconducir su conflicto y a rescatarlas individualmente. Si nos aplicamos lo que el mismo Sun Tzu apunta sobre el comandante: “Si eres ignorante de tu enemigo pero te conoces a ti mismo, tus oportunidades de ganar o perder son las mismas. Si eres ignorante de tu enemigo y de ti mismo, puedes estar seguro de ser derrotado en cada batalla.” (Cfr. Cap. 3) poco más podemos añadir.
La Doctrina. Personalmente entiendo a la mediación como la profesión que trata de aplicar herramientas pacificadoras en el conflicto humano, pero que se define mejor desde un contexto propiamente humano que desde un mero fundamento técnico. Es por eso que insisto en la importancia de formar no sólo desde el conocimiento teórico de técnicas de intervención concretas, sino que el mediador tiene el reto de imbuirse en la filosofía propia de la mediación.
De ahí que sean muchos matices los que harán que podamos considerar la mediación como un planteamiento de éxito. “Conseguir cien victorias en cien batallas no es la medida de la habilidad: someter (en nuestro caso, LLEGAR A ACUERDOS) al enemigo sin luchar (MEDIANDO) es la suprema excelencia” (Cfr. Cap. III).
Por Alfonso Fabregat Rosas, Mediador familiar. Miembro del equipo de Acuerdo Justo
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